

En El Idiota, Dostoiewski, usa la imagen de un cuadro de Hans Holbein, Cristo en la sepultura, yacente, ya descendido de la cruz, para preguntar por la fe, por la creencia en lo que es el fundamento del cristianismo: Cristo resucitó ¿Cómo es posible que alguien haya podido creer, a la vista de tales despojos, que aquel mártir resucitaría?
¿Qué es lo que se ve, y que Dostoievski interroga, que haga creer que esos restos volverán a la vida?
Acaso sea el horror, el instante límite de la posibilidad de representación, ya sin consecuencias. Se hace presente lo invisible, lo inaudible, lo indecible. Lo increíble.
Estas dos imágenes, con 400 años de distancia entre una (1522) y otra (1967) cifran alguna identidad en juego. No tienen mas que mirar con sus propios ojos.
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